Daniel Bañares propone un nuevo teatro donde el juego está dado por el tiempo y el espacio, tres obras, tres miradas, conflictos y enredos, dicotomías y desamoríos. Eternamente juntos, y eternamente separados. Eternamente queridos, y eternamente incomunicados.
De alguna manera, los disparadores de estas tres piezas son comunes, o bien, si se quiere, el hilo conductor que podrían tener no es nada más -y nada menos- que el eterno sentir de las personas cuando nos enfrentamos a las cuestiones amorosas y sentimentales con los vaivenes que ellas tienen.
El sentir es diferente según cada uno de nosotros, por eso es por lo que se vuelve interesante cuando dos o más personas entremezclan sus subjetividades a este respecto.